Educación

Del aula inteligente al metaverso: la revolución que está por llegar

Las pizarras digitales, tabletas, ordenadores o clases online parecen ya conceptos obsoletos por culpa de los mundos virtuales que están por llegar a los centros escolares para hacer del aprendizaje una experiencia totalmente inmersiva

Ana I. Martínez

El sector educativo se encuentra inmerso en una profunda transformación tecnológica especialmente tras el estadillo de la pandemia. El Covid ha obligado a centros educativos, familias y alumnos a realizar una serie de cambios forzosos que han llegado para quedarse.

Muchos expertos aseguran que la formación online ha llegado para quedarse. Las ventajas de este formato han dejado en evidencia a la educación convencional y han demostrado que todos los procesos que hasta ahora se habían restringido al espacio físico pueden ser trasladados al online. Además, las cifras muestran que los estudiantes han empezado a mostrar mayor interés por estudiar a distancia desde el estado de alarma, quedando patente la consolidación del elearning en el mercado, aunque con cierto recelo por parte de los progenitores.

«La transformación educativa se basa en la necesidad de redefinir el paradigma educativo para atender a los retos que nos plantea un mundo que está en continuo cambio», cuenta Diego Granja, miembro de HAZ, Alianza por la Educación, responsable del área de educación de Samsung España. «Una transformación que implica tanto un cambio cultural, como un cambio en las técnicas de aprendizaje -continua-. Para eso tenemos que apoyarnos en la evidencia científica y, sin duda, la innovación tecnológica es una palanca maravillosa para poder desarrollar un modelo educativo de vanguardia, que inspire y desarrolle a nuestros jóvenes hacia las competencias necesarias para afrontar los nuevos retos que plantea el mundo».

Las pizarras digitales, tabletas, ordenadores o clases online parecen ya conceptos obsoletos por culpa del metaverso educativo, es decir, los mundos virtuales que están por llegar a los centros escolares para hacer del aprendizaje una experiencia totalmente inmersiva.

«El metaverso va a facilitar un entorno educativo ideal para desarrollar experiencias y experimentar con herramientas, tecnologías y entornos que, en otras situaciones, son de difícil acceso para los centros educativos. Democratizará los espacios y será más fácil promover la innovación y la creatividad», explica el responsable de Samsung.

Se trata de una de las tendencias de elearning más fuertes que han renacido de la mano de la apuesta de grandes corporaciones como Meta (Facebook) y Microsoft. Los metaversos son construcciones ficticias en las que los alumnos, representados por avatares, interactúan directamente con elementos relacionados con lo que están aprendiendo así como con otros compañeros, dejando atrás las limitaciones espaciotemporales. De ahí que sus aplicaciones en el aprendizaje sean infinitas: desde clases «presenciales» en un mundo virtual, hasta el entrenamiento y desarrollo de habilidades en grupo, pasando por el entrenamiento y la simulación de manejo de aplicaciones. Otro de sus potenciales es llevarlo al terreno de la gamificación a la hora de impartir las lecciones. También permitirá viajar sin moverse del aula (o de casa) a la Prehistoria o descubrir la historia y la cultura de otros lugares.

«Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer», reconoce Granja, «no solo en términos de mejora de la competencia digital de la comunidad educativa en general, si no también a nivel de tecnología y redes».

Alumno y profesor, figuras claves

Todo este nuevo panorama no debería cambiar, sin embargo, un aspecto fundamental: el alumno sigue siendo el protagonista del proceso de aprendizaje, no la tecnología, que es una herramienta más con la que ayudar. Sin duda, el alumno asume un papel mucho más activo y participativo en metaverso, al mismo tiempo que se fomenta el aprendizaje colaborativo entre diferentes comunidades. Y todo ello de la mano de los docentes.

«Profesor y alumno son el centro de la experiencia educativa», indica Granja. «Cualquier innovación, para que sea realmente útil y tenga un impacto verdadero en las aulas tiene que responder a una necesidad real. Los docentes son los que tienen el pulso de lo que ocurre en los centros, y para ayudarles es fundamental escucharles y hacerles partícipes del proceso de innovación. Si se les implica, les servirá de ayuda, porque estaremos respondiendo a sus demandas. Y qué decir de los alumnos: ellos son esponjas al cambio. todo aquello que implique la adaptabilidad a nuevos ecosistemas les servirá para llevar a ser personas resilientes, capaces de enfrentarse a cualquier cambio».

Rebeca Cordero, profesora titular de Sociología Aplicada de la Universidad Europea, puntualiza que «incluir la tecnología en los procesos de aprendizaje es un valor en alza pero todo depende del uso que hagamos de ella» porque «la tecnología no es el fin, sino un medio».

«Cualquier innovación, para que sea realmente útil y tenga un impacto verdadero en las aulas tiene que responder a una necesidad real«, recuerda Diego Granja, miembro de HAZ, Alianza por la Educación

«Por sí misma no aporta un gran valor añadido -continua-, sino que es a través del uso que se hace de ella y los recursos que puede ofrecer, donde puede motivar un cambio sustancial. De poco sirve llenar de dispositivos las aulas si no se emplean de manera consciente y efectiva».

«Para introducir la tecnología en el aula requiere que los docentes la manejen», recuerda Cordero. Mejorar sus habilidades digitales para que puedan ayudar al alumnado a hacer un uso crítico de internet es vital. «Queda mucho trabajo de formación, evangelización y de adopción. Consideramos que aún queda recorrida para una mejor estandarización de cómo queremos que sea el nuevo panorama, e involucrar más a los distintos actores en este proceso», añade Granja.

«Además, los docentes tienen que saber lidiar -continua Cordero- con el ansia de conectividad del alumno, animarle y motivarle. Hoy en día, los chavales están acostumbrados a la prontitud e inmediatez que les ofrece la Red y no entienden que el aprendizaje conlleva sacrificio, tiempo y esfuerzo».

Aspectos negativos

No hay que olvidar que la brecha digital se ha convertido en un nuevo factor de exclusión social. Según el estudio «La brecha digital en la juventud vulnerable. Evaluación de las medidas adoptadas durante la COVID-19», el 9,3% de las personas entre 16 y 30 años no disponen de un ordenador de sobremesa o portátil en su hogar y el 8,4% de la población joven no dispone de conexión de banda ancha y solo dispone de conexión móvil.

Granja reconoce que, aunque la digitalización abre nuevas oportunidades, «trae consigo la brecha digital, brecha que es tanto física, ya que no todos tienen acceso a las nuevas tecnologías, como competencial, ya que los conocimientos digitales no se imparten por igual a todos los alumnos, y eso es algo a tener muy en cuenta a la hora de plantear la innovación en las escuelas. Toda inversión en fortalecer al docente dotándole de las competencias digitales necesarias para que la tecnología sea una herramienta de empoderamiento y no de inseguridad, será una buena inversión. Porque de otra forma, la desigualdad generada en la escuela determinará la manera en que los alumnos se integran en su entorno social, económico y político. Por eso, una cobertura universal podría convertir un riesgo en una oportunidad y hacer de la digitalización una herramienta de corrección de desigualdades«.

«Los chavales están acostumbrados a la prontitud e inmediatez que les ofrece la Red y no entienden que el aprendizaje conlleva sacrificio, tiempo y esfuerzo», asegura Rebeca Cordero

En este sentido, Cordero añade: «Un colegio puede tener muy buena tecnología: pizarras digitales, tabletas para los alumnos… Pero cuando el estudiante llega a su casa y no tiene internet o hay solo una tablet para toda la familia, ¿qué pasa? Por un lado, hablamos del metaverso educativo, pero al mismo tiempo hemos visto cómo la pandemia ha evidenciado la brecha digital en la que estamos sumidos. Son dos realidades muy distintas que no deberían convivir. Pero lo hacen porque todo depende del perfil socioeducativo de la familia. Podemos seguir incorporando al aula toda la tecnología que queramos pero estamos generando aprendizajes en dos velocidades, por lo que las posibilidades de fracaso escolar aumentan».

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