Opinión

El primer discurso de un delegado dominicano en la fundación de la ONU

Por Dr. Amín Cruz

“Vivir sin Patria, es lo mismo que vivir sin Honor”. Juan Pablo Duarte

En toda la historia de la Organización de las Naciones Unidas, la figura de República Dominicana ha sido muy activa en la mayoría de las ocasiones, con un abordaje militante de los temas de la agenda internacional, la República Dominicana es miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas desde 1945 hasta la fecha, en 75 años de su existencia, cinco (5) jefes de Estado dominicanos han acudido ante el foro de la Asamblea General de ese organismo.

En el transcurrir de los 75 años de existencia de la ONU, el país ha estado representado por el jefe de estado en cinco ocasiones, en ausencia del presidente de la República Dominicana lo ha representado el Ministro de Relaciones Exteriores – Canciller, dos ocasiones un Viceministro. Aprovechando el 75 aniversario de la ONU, nos hemos propuesto publicar en secuencia todos los discursos que se han pronunciado en el podio de la ONU y que están registrados en los dos libros escrito: “República Dominicana en las Naciones Unidas 1945 – 2018 y Presencia Dominicana en las Naciones Unidas, un documento para la historia”.

Por lo que hoy les presentó el primer discurso de la República Dominicana ante las Naciones Unidas, el cual se efectuó en Londres en el año 1946, el jefe de estado de ese entonces en República Dominicana era el Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina. La primera Asamblea General de ese organismo se celebró en Londres, Inglaterra, la cual estuvo a cargo del entonces Excelentísimo Ministro Plenipotenciario (Jefe de Delegación), Dr. Temístocles Messina Pimentel; que luego ocupó los cargos de ex ministro de justicia, ministro de finanzas y de comercio, diputado, embajador en la ONU, y miembro de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya.

Discurso del Excelentísimo Ministro Permanente: Dr. Temístocles Messina Pimentel, Delegado de República Dominicana

La República Dominicana ha asistido siempre a las reuniones internacionales, en las cuales se ha tratado de establecer normas para asegurar el mantenimiento de la paz y estimular la colaboración efectiva de la comunidad de naciones y la fraternidad entre los pueblos, animada siempre del más abnegado espíritu de cooperación y del deseo de contribuir al logro de estos altos propósitos.

Consecuentemente con tales antecedentes, asiste a esta primera Asamblea General organizadora de las Naciones Unidas, la más elevada y concreta expresión de nuevos anhelos de paz de hombres y pueblos que han contemplado la historia, con el mismo espíritu de colaboración activa y con una mayor y justificada confianza en que la comunidad de naciones quede al fin dotada de una institución de la elevada jerarquía y el poder necesarios para preservar a la humanidad de los horrores de la guerra y la devastación material y espiritual.

Por consiguiente, la República Dominicana que aun antes del estallido de la guerra daba generosa hospitalidad, sin discriminación alguna, a los refugiados como consecuencia de la persecución nazi fascista; que durante la guerra e inmediatamente después de la agresión nipona a la grande y noble democracia norteamericana se asoció sin reservas a los defensores de la libertad en el mundo frente a los que pretendían oprimirla, y que después de la guerra ha contribuido y ésta contribuyendo con casi el dos por ciento de su cuenta nacional al socorro y a la rehabilitación de las poblaciones que la gran tragedia ha dejado desvalidas sin pan y sin salud, no puede dejar de expresar en esta asamblea de pueblos amantes de la paz y de la libertad su inmenso regocijo ante el hecho del establecimiento de las Naciones Unidas con el altísimo designio de mantener la paz en el mundo.

Pensad en la dignidad de la persona humana, en la rectitud de la justicia internacional y especialmente en la igualdad jurídica de las grandes y pequeñas naciones. La Organización de las Naciones Unidas en esta heroica e ilustre ciudad de Londres, con las heridas de la guerra abiertas aun y donde la libertad encontró refugio en los momentos cruciales del conflicto, es sin duda un buen augurio para el éxito de la institución.

Creemos sin embargo necesario para ello despertar en los pueblos profundos sentimientos pacifistas; acentuar el espíritu de justa transigencia y estimular una estrecha e íntima colaboración en todos los dominios de la actividad internacional en que presiden la confianza y la comprensión por sí propios; restaurar en el mundo el predominio de la ley internacional en tales condiciones y destinar la fuerza al mantenimiento de la paz y actuar con oportunidad al servicio de la justicia. Así podrá la humanidad gozar por mucho tiempo de tranquilidad y dedicarse a promover el temor, el progreso económico, social y cultural de todos los pueblos.

“Si no puedo ver por mí mismo la liberación de este pueblo, la veré a través de mis ideas”. Juan Bosch

 

Dr. Amín Cruz, (PhD) Ministro Consejero, es diplomático, periodista, historiador, educador y escritor residente en New York.

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