Historia

‘Lobas’, mujeres medievales que lucharon contra los hombres por sus coronas

“Loba de Francia”, llamó Shakespeare a la reina Margarita de Anjou en boca de Ricardo Plantagenet, duque de York, en la tercera parte del drama histórico Enrique VI (escrito en 1594). “Loba de Francia, pero peor aún que los lobos de Francia, tu lengua envenena más que un colmillo de serpiente”. Una apelación en consonancia con la idea generalizada de subordinación de las mujeres a los hombres que aún perdura en muchas mentalidades. Sin embargo, en ese clima de opinión, constante durante siglos, fueron varias las mujeres que desafiaron a la sociedad y reescribieron su destino luchando abiertamente por el poder. A cuatro de ellas, que entraron en la Historia entre los siglos XII y XV, dedica Helen Castor, historiadora, profesora de la Universidad de Cambridge y miembro de la Real Sociedad de Literatura, un apasionante ensayo titulado Lobas (Ático de los Libros, 2020).

«Algunas reinas en Inglaterra ejercieron un poder real», asegura Castor a Babelia a través del correo electrónico, «pero ellas nunca podían ejercer el poder directamente de la misma manera que un hombre. Todas las suposiciones sobre la naturaleza de su sexo (que las mujeres eran débiles física, moral e intelectualmente, y diseñadas por Dios para ser subordinadas a los hombres) significaron que surgieran preguntas sobre su autoridad que nunca se les pedían a los gobernantes varones». Y cuando se salían del guion, eran irremediablemente condenadas: «Matilde de Inglaterra fue llamada ‘arrogante’ y fue criticada por no hacer lo que le dijeron sus consejeros masculinos, tan pronto como intentó actuar como una mujer rey».

‘Lobas’, mujeres medievales que lucharon contra los hombres por sus coronas
Antes de abordar las tormentosas vidas de Matilde de Inglaterra (1102-1167), Leonor de Aquitania (1122-1204), Isabel de Francia (1292-1358) y Margarita de Anjou (1430-1482), Lobas arranca (también culmina los últimos capítulos) con las vicisitudes que acarreó la sucesión tras la prematura muerte a los 15 años de Eduardo VI de Inglaterra (1537-1553). Un momento histórico en el que todas las posibilidades de traspaso de la corona implicaban a mujeres, hasta a nueve diferentes, y que desembocó inicialmente en la proclamación a los 15 años de Juana Grey como reina de Inglaterra en 1553 dada su condición de protestante y miembro de la casa Tudor, un reinado que duró solo nueve días y que desembocó en su ejecución apenas unos meses después por una rebelión en la que ella ni siquiera partiticipó.

En aquella encrucijada, y dada la oposición del pueblo a la designación de Juana, prevalecieron las directrices dictadas por el padre de Eduardo, el siempre excesivo Enrique VIII, que decretó por ley años antes que el factor determinante en la sucesión fuera su propia sangre a pesar de que a lo largo de su vida se había encargado de dejar clara la bastardía de sus dos hijas situadas en primer lugar en la línea de sucesión, María, hija de Catalina de Aragón (repudiada por no darle un hijo varón), e Isabel, hija de Ana Bolena (decapitada por orden del rey por los mismos motivos). Finalmente, tras el breve paso de Juana Grey por la Torre de Londres, se coronó a la princesa María (1516-1558), apodada Bloody Mary (María la Sanguinaria) por los protestantes opuestos a su intento de restaurar la religión católica, y que falleció cinco años más tarde, dando paso al largo reinado de su hermanastra Isabel I de Inglaterra (1533-1603).

Precisamente, a Isabel I tiene intención Helen Castor de decicarle en el futuro un libro, cuando culmine el que ahora la tiene ocupada con las vidas de Ricardo II y Enrique IV, los personajes principales de algunas de las mejores obras de Shakespeare. «Eran primos hermanos, y uno depuso al otro, así que además de investigar su mundo y su psicología, y espero contar una historia emocionante: es un examen de masculinidad y poder; de alguna manera un compañero de Lobas».

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Botón volver arriba