Amenazar a Europa, la última señal de la decadencia estadounidense
Por Luis Gonzalo Segura
Estados Unidos, un imperio en descomposición
Resumiendo las seis fases por las que, según diversos autores, atraviesan los imperios podemos concluir que nacen, crecen, maduran y colapsan. Esta biología imperial está sometida a una matemática que, hasta ahora, se ha mostrado invariable y que, según John Bagot Glubb, sitúa el colapso imperial en 250 años o diez generaciones. Estados Unidos ha sido un imperio creado sobre las guerras, desde la que le permitió independizarse hasta las dos catástrofes mundiales que le permitieron consolidarse con imperios.
Quizás el máximo esplendor imperial se produjo cuando el 6 de agosto de 1945 una bomba de 4,4 toneladas de peso —de las que 64 kilos eran de uranio enriquecido— cayó sobre Hiroshima y con la potencia de 16.000 toneladas de TNT convirtió todo lo que se encontraba en un radio de 3,6 kilómetros en miles de millones de partículas vítreas que hoy descansan en las playas próximas a la ciudad japonesa. Incluidas 70.000 personas exterminadas. Un acontecimiento histórico y geológico bautizado por Occidente con la nomenclatura de un simpático juguete: ‘Little Boy’.
Luego llegarían, entre otros muchos sangrientos acontecimientos, Corea, Vietnam, Irán, Irak, Afganistán… La máquina imperial norteamericana ha sido inclemente con los derechos humanos y el derecho internacional, algo que no es nuevo en el contexto histórico, pero que sitúa en la actualidad a Estados Unidos en una situación de tensión y debilidad tan elevada que las grietas comienzan a amenazar derrumbe.
Guerra comercial con China
Los exabruptos y las amenazas norteamericanas repartidas en las negociaciones que mantienen China y Estados Unidos no solo son reflejo del carácter de su presidente, sino de la creciente debilidad económica estadounidense y las cada vez mayores dificultades para hacer frente al poderío chino. En las últimas horas, Donald Trump ha amenazado con una guerra comercial total con Pekín, aplicando aranceles a todas las importaciones y forzando a las empresas estadounidenses a que salgan de China, si esta aplicaba aranceles a los productos norteamericanos.
Pero es que los impuestos chinos solo eran respuesta a los fracasos de las negociaciones y a los que previamente los norteamericanos habían aplicado. Y ya se sabe, en la mayoría de las discusiones el que más grita y peores modales usa suele ser el que menos razones porta. La irritación y las amenazas suelen ser reveladoras de debilidad. Sobre todo, cuando el comportamiento comienza a generalizarse.
Amenaza de guerra con las colonias europeas
Porque Estados Unidos no solo anda a la gresca con China, sino que también está teniendo sus amenazas y tensiones con Europa, con sus tradicionales aliados —lease subordinados imperiales—. Estas tensiones vienen desde hace tiempo y no solo no parecen disminuir, sino que van en aumento. Uno de los motivos de discordia es Irán.
Parece que los norteamericanos quieren guerra, lo que es muy normal teniendo en cuenta que se trata de un imperio bélico cuyo sustrato cultural deja mucho que desear, pero los europeos no están por la labor.
Demasiados problemas han causado en el viejo continente las actividades bélicas estadounidenses en el norte de África y Oriente Próximo como para apoyar más sinrazones. Ha llegado un punto en el que la maquinaria imperial norteamericana genera más perjuicios que beneficios, incluso para sus colonias: demasiados residuos que están convirtiendo a Europa en un ente tóxico.
Por ello, cuando hace un año Donald Trump se levantó de la mesa negociadora, en la que también se sentaban europeos e iraníes, Europa dijo basta. Fue entonces cuando Enmanuel Macron y Angela Merkel, en unas declaraciones históricas, afirmaron que había constituido un serio error dejar en manos norteamericanas la geopolítica mundial (y los asuntos exteriores).
En una confesión histórica, Europa reconocía que había sido un error convertirse en un protectorado moderno de los Estados Unidos. Poco después, en julio, en la reunión de la OTAN en Bruselas, Donald Trump abroncó a los ‘virreyes’ europeos y les exigió más gasto en defensa.
Llegar como mínimo al 2% del PIB y marcarse como objetivo a medio plazo alcanzar el 4 %. Esto es, más impuestos. Más dinero para la Metrópoli y para sus industrias. Y más armas para una Europa con ejércitos fraccionados que no sabe ni qué hacer con ellas. Para terminar con esta situación de dependencia, Europa decidió, aprovechando el Brexit, el descontento con los norteamericanos y la ruptura de las negociaciones con Irán, impulsar la creación de un Ejército europeo y un proyecto común de defensa. Un ejército que le permitiera a Europa crecer hacia un ente que abarcara más allá de aquello que interesa a los norteamericanos como protectorado que es y un proyecto de defensa que le permitiera una independencia industrial en el ámbito armamentista que hoy no posee. Ya fuera una federación, una nación Estado clásica o un pseudo-Estado aglutinado por Alemania. Pero algo que consolidara un proyecto que también está amenazado de colapso.
Amenazas norteamericanas a Europa
En estas circunstancias, Ellen Lord, subsecretaria de Defensa de Estados Unidos, envió una misiva el pasado 1 de mayo a Federica Mogherini, Alta Representante de Política Exterior de la Unión Europea, y a Jyrki Katainen, vicepresidente de la Comisión Europea, amenazando con represalias políticas y comerciales si finalmente Europa impulsa su propio ejército y los proyectos militares comunes de defensa. Proyectos armamentistas en los que la UE pretende que la autoría intelectual sea del Viejo Continente.
De momento, el Fondo Europeo de Defensa estará dotado con 13.000 millones de euros y la Cooperación Permanente Estructurada (PESCO) ya engloba a 25 países. Sin embargo, las amenazas económicas de Estados Unidos, entre las que se incluía responder con la mismas medidas a las empresas europeas, carecen completamente de sustento por cuanto las empresas estadounidenses han conseguido el 81 % de los contratos de defensa en Europa mientras que los europeos ni siquiera llegan al 10 %, porque el 90 % de los contratos de defensa en EE.UU. son adjudicados a empresas patrias. Por tanto, la balanza está tan desnivelada que Europa no tiene nada que perder. No hay perjuicio posible.
No menos incongruentes parecen las amenazas militares, incluso aparentemente contradictorias, pues EE.UU. pasa de amenazar con disolver la OTAN y que sean los países europeos los que paguen y organicen su defensa a bloquear la creación de un ejército europeo porque este puede suponer un peligro para la supervivencia de la OTAN que amenaza con disolver. Un poco de locos. Un poco de Trump.
En medio de esta convulsa situación, España ha retirado su fragata Méndez Vigo del grupo de combate de EE.UU. debido al aumento de tensión con Irán. Según la versión oficial, la decisión no se debe a cuestiones políticas, pero cada uno que saque sus conclusiones. En cualquier caso, este hecho demuestra hasta qué punto Europa no está dispuesta a continuar con la política de tierra quemada de los norteamericanos y en la intuición de la debilidad de Estados Unidos aspira a la emancipación. Habrá quien no lo vea, pero la Metrópoli comienza a acumular demasiados conflictos: las fronteras, antaño símbolos de conquista, parecen hoy inabarcables; los enemigos, antaño débiles, parecen hoy demasiado fuertes; los pueblos sometidos, antaño sumisos, aspiran a la independencia; las guerras, antaño escasas aun cuando eran muchas, parecen hoy demasiadas. Es la biología imperial. Es el colapso de Estados Unidos.