Tecnología

Análisis del iPad Pro 2018: esto lo cambia todo

ÁNGEL JIMÉNEZ DE LUIS

El nuevo iPad Pro casi es un ordenador portátil, tanto en potencia como en el uso que puede dársele en entornos profesionales

Sus únicas pegas, además de su precio más alto, son el software aún no plenamente adaptado y algunos accesorios no del todo perfectos

Llevo cuatro días usando el nuevo iPad Pro anunciado la semana pasada en Nueva York y todavía, de vez en cuando, extiendo los brazos mientras lo sostengo sólo para escapar de la pantalla y admirar el dispositivo en su conjunto.

Esta es una de las máquinas más perfectas que he tenido en las manos, un prodigio de la ingeniería en prácticamente cualquier dimensión que se considere. Por fin, el primer iPad fiel a la visión conceptual que Jobs articuló en el auditorio del Yerba Buena Center de San Francisco en 2010. Un ordenador en el que todo es pantalla, que se transforma con cada app en algo diferente.

Caro, también. Sin duda. Muchos usuarios estarán mejor servidos con un iPad convencional pero al mismo tiempo – algo extraño – hasta puede resultar barato cuando se compara con un dispositivo igual de potente en un formato de ordenador tradicional. Esto no es nuevo. Desde hace una generación, el iPad Pro rivaliza con algunos de los ordenadores más avanzados en muchas tareas, sobre todo cuando se analiza la fuerza en bruto de su procesador. El nuevo iPad Pro, anunciado el miércoles de la semana pasada, lleva esta comparación al extremo y lo hace además con un diseño aún más atractivo.

Tan potente como un ordenador (de verdad)

Su procesador es el A12X y no tiene problemas en medirse cara a cara con el de muchos de los ordenadores MacBook Pro lanzados este mismo año. Tiene también más potencia gráfica que algunas configuraciones y, para ciertas tareas especialmente optimizadas dentro del sistema operativo como la interpretación del código Javascript presente en las web, simplemente no tiene rival, ni siquiera en máquinas profesionales que quintuplican su precio.

Así que déjenme empezar con esta afirmación: es casi obsceno que esta tableta tan pequeña tenga tanta potencia, pues incluso el modelo de 12,9 pulgadas que estoy probando es ahora más compacto y ligero. Y un pecado que iOS, por ahora, no sea capaz de aprovecharlo por las limitaciones inherentes al sistema operativo.

Esto es, tal vez, lo más interesante de este nuevo iPad Pro. Es sólo la mitad de una historia. El próximo año, cuando Apple lance iOS 13, posiblemente veamos la otra mitad, las guías de su plan maestro para una plataforma que aunque en teoría nació hace ocho años, puede decirse que es ahora cuando por fin demuestra qué es capaz de ofrecer al mundo. Creo que el debate sobre si el iPad es para consumir contenido o crearlo murió hace bastante tiempo, pero este nuevo Pro pone otro clavo más en ese ataúd.

Diseño sin casi marcos

Hay dos cambios fundamentales en el dispositivo al compararlos con la versión anterior y los dos transforman por completo el uso de la tableta. El primero es quela pantalla ha reducido significativamente los marcos y perdido la referencia de qué orientación es «correcta». Este iPad se puede usar en cualquier orientación y aunque tiene una cámara para identificación biométrica por FaceID y videoconferencia, ésta reconoce al usuario independientemente de cómo sostenga el dispositivos en las manos.

FaceID, de hecho, funciona mucho mejor aquí que en el iPhone X, XS y XR. No sólo detecta al usuario en orientación apaisada además de vertical, sino que lo hace también en ángulos más extremos. Si se oculta sin querer la cámara al sujetar la tableta, el iPad avisa en la pantalla en qué lado está con una flecha animada.

La pantalla parece inmensa aunque no cambie realmente de dimensiones. El modelo de mayor tamaño mantiene las mismas pulgadas en el panel y el iPad Pro más pequeño «crece» hasta las 11 pulgadas pero en un dispositivo igual de ancho y largo. En ambos casos el resultado es un dispositivo más ligero y manejable y algo más delgado y que en las manos es una delicia.

Para la mayoría de usuarios el de 11 pulgadas ofrece un área de trabajo más que suficiente y, un detalle curioso, el formato de pantalla ha dejado de ser 4:3 para pasar a algo más próximo a 3:2. Esto quiere decir que, hasta que las apps se adapten, muchas mostrarán dos pequeñas barras negras en la parte superior e inferior.

La pantalla, en cualquier caso, es fantástica. Calibrada de forma exquisita y equipada con la tecnología True Tone (adaptación a la temperatura de color predominante en la habitación) y ProMotion (tasa de refresco variable hasta 120 Hz según la aplicación que se esté usando). La acompaña también un nuevo sistema de altavoces en el que se ha separado el woofer del altavoz principal situado en cada lado. Según la orientación, el iPad decide qué altavoces activar para conseguir sonido estéreo, pero se puede afirmar sin riesgo a equivocarse que suena mucho mejor que cualquier iPad anterior y que la mayoría de portátiles.

El nuevo diseño no está exento de compromisos. La cámara trasera ahora es un poco más protuberante, y eso hace que, sin funda de ningún tipo, el iPad Pro «baile» un poco al estar apoyado sobre la mesa. Apenas se percibe pero para algunos ilustradores puede ser algo incómodo.

El nuevo diseño de bordes planos hace también que sea un poco más incómodo de levantar con una sola mano cuando está apoyado en una mesa lejos de un borde y Apple ha eliminado el puerto de auriculares, como en los iPhone. Vende un adaptador para USB-C como accesorio por 10 euros, aunque hay otros adaptadores en el mercado incluso más baratos.

Adiós Lightning, hola USB-C

Y sí, ha leído bien. USB-C. El otro gran cambio de este nuevo iPad Pro es el abandono del puerto Lightning que Apple ha utilizado en sus dispositivos móviles desde 2006.

Es una decisión significativa que pone al iPad más cerca de los Mac que de los iPhone (que ojalá algún día también abandonen Lightning) y que abre nuevas puertas para usuarios profesionales. El iPad, ahora, puede conectarse directamente, por ejemplo, a una cámara digital, sin usar un adaptador (mientras se tenga a mano un cable USB-C/USB-C o USB-C/Micro USB, según loa un utilice la cámara). También a otros periféricos que cuenten con la misma interfaz.

No todo sirve. El iPad Pro sigue teniendo las limitaciones impuestas por iOS. Si se conecta un disco duro externo, por ejemplo, no pasará nada. El sistema no lo reconoce. Si se conecta a una pantalla externa, dependerá del soporte que cada desarrollador haya decidido darle a su app.

Un detalle interesante es que el iPad Pro viene ahora con un cargador USB-C con carga rápida. Mis primeras impresiones apuntan a que la autonomía del dispositivo es un poco menor de la que hasta ahora solía ofrecer, a pesar de que Apple sigue presumiendo de 10 horas de navegación en WiFi. No se aleja mucho de eso, pero aseguraría que es algo menos, aunque estos días mi actividad ha sido algo inusual por estar probando diferentes aplicaciones. Con USB-C, sin embargo, la carga de la batería es muy rápida y ahora, gracias al mismo puerto, el iPad puede cargar el iPhone o una cámara digital, por ejemplo, como si fuese una batería externa.

Las únicas pegas que he encontrado, a decir verdad, no están tanto en el dispositivo como en sus accesorios. No en el nuevo Apple Pencil. Es igual de preciso que el antiguo pero muchísimo más conveniente porque se adhiere magnéticamente a uno de los laterales y se carga por inducción mientras permanece adherido.

Eso quiere decir que siempre está listo para usarse. Ahora permite también añadiruna función a un doble toque en su superficie. Apple, por ejemplo, lo usa para alternar entre el lápiz o el borrador en al aplicación de notas, pero cada desarrollador puede decidir darle cualquier otra función. El lápiz también invoca la aplicación de notas directamente al tocar sobre la pantalla cuando el dispositivo está en reposo.

Un detalle curioso: el Apple Pencil puede utilizarse para seleccionar una aplicación desde el menú de inicio, pero no para salir de una aplicación de vuelta al menú principal deslizando hacia arriba desde la parte inferior de la pantalla.

Un teclado que puede mejorar

Mi mayor queja se la lleva la nueva cubierta con teclado, que ahora se adhiere de forma más firme, protege mejor al iPad y permite poner la pantalla en dos inclinaciones diferentes.

Suena bien, en principio, pero Apple no ha evolucionado sustancialmente su funcionalidad. Las teclas siguen sin estar retroiluminadas y no hay indicador visual que muestre cuando la tecla de bloqueo de mayúsculas está activa. Tampoco hay teclas multimedia y la posición del pie de apoyo y la nueva estructura del teclado, aunque permite escribir sobre las piernas (un avance) hacen que la pantalla se tambalee demasiado al pulsar sobre ella con el dedo, sobre todo en la parte superior.

El nuevo diseño es menos aparatoso que el anterior pero tiene un inconveniente similar al de las fundas con teclado de Microsoft para Surface. Al plegarlas hacia atrás para usar el iPad con las manos, las teclas quedan en el exterior de la cubierta. Están desactivadas, pero la sensación de pulsarlas al sostener el dispositivo resulta extraña.

Esta funda con teclado es también algo más cara que la del anterior modelo. Cuesta 219 euros en lugar de los 189 euros pero ofrece protección para ambos lados de la tableta, en lugar de uno solo.

Pero, como decía, no es tanto una crítica al iPad en sí como a uno de sus accesorios. Al final, los únicos problemas que tiene este iPad Pro son el potencial que se intuye y que no está aprovechado aún del todo por el software y que su precio se aleja aún más del usuario medio.

El nuevo iPad Pro sale a la venta este viernes día 7 y arranca en 879 euros. Ese precio es para el modelo de 11 pulgadas con 64 GB de memoria. No hay opción de 128 GB y equiparlo con 256 GB supone desembolsar 1.049 euros. Si añadimos accesorios más caros en esta generación y que la inclusión de módem celular con GPS también es más cara, es fácil acabar con un iPad que ronda los 1.300 o 1.400 euros para una configuración típico. Es un iPad que puede medirse con ordenadores mucho más caros y potentes pero una cifra bastante alta para una tableta si no se va a exprimir a fondo como herramienta profesional.

Es el precio a pagar por dar un salto considerable hacia el futuro de la computación. Ignoro qué planes tiene Apple para la gama Mac de los próximos cinco años (la resurrección del Mac Mini y la promesa de un futuro Mac Pro permiten albergar ciertas esperanzas). De lo que no hay duda es de que para el iPad lo mejor empieza ahora.

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