Opinión

Trujillo: ¡Una vaina que no ha muerto!

Por FRANCISCO S. CRUZ

EL AUTOR es presidente del PLD en Washington, donde reside.

 

Cuando estudié la licenciatura en Historia (UASD), confirmé que el sátrapa Trujillo y su atmósfera académica-cultural aún respiraban e impartían docencia, muy a pesar del famoso fuero universitario y, quizás o, sin quizás, a nombre de una libertad de cátedra. Lo digo, por algunos “métodos de enseñanza” que iban desde lo memorístico y anecdótico hasta la sentencia antipedagógica –de algunos “profesores”- de que había que cursar varias veces una determinada asignatura para aprobarla.

Porque hay un error pedagógico-metodológico-cultural: creer que el trujillismo fue sólo una expresión-aberración física en el tiempo-histórico (1930-61), obviando sus secuelas ideológicas-doctrinarias: instrumentalización de la educación con el componente étnico-racial, el post monopolio económico-político de sus herederos (no tan solo biológicos-bibliográficos), y la perpetuidad en el Estado de sus remanentes en una simbiosis cuasi imperceptible.

Esa rémora –en muchos aspectos- aún vive; y lo peor, la entronización-extrapolación de esa cultura antidemocrática en los partidos políticos llegando casi casi a otro monopolio-emporio de una clase política de donde emergerá (mañana-mismo) los futuros actores o árbitros de los partidos, los poderes públicos y el empresariado. Tal vez, o porque intuyen, que las monarquías están en vía de extinción, apuestan al disfraz generacional de los hijos y nietos. Y con ello, se repetirá la vieja historia circular de riqueza por generación espontánea.

No mirar ese proceso de mutación y reciclaje, es, en cierta forma, hacernos reparos mentales con prohibición de libros, museos y recreaciones infantiles (“A la sombra de mi abuelo/Trujillo mi Padre”) sobre la travesuras -que no cuentan- de un sádico y asesino, Trujillo- que nunca anduvo solo, si no acompañado de secuaces y esbirros que aún escriben, tienen poder y se enojan. ¡Miremos a la redonda!, y veremos especímenes –variopintos- de esa estirpe por doquier.

Cierto que hay que olvidar, pero tampoco vamos a borrar la historia e ignorar lo vivito y coleando que aún está el trujillismo (su atmosfera política-cultural).

Vamos, pues, a empezar por la sugerencia del escritor Mario Vargas Llosa (por supuesto, antes de que escribiera su desaguisado artículo-calumnia “Los parias del Caribe”): hagamos un museo de los “Horrores de la Era de Trujillo”, discutamos y aprobemos un nuevo currículo educativo, empujemos para lograr el imperio de la democracia en los partidos políticos.

Solo así, desterraremos al trujillismo y su realidad-engendro en la política, los partidos, las academias, la prensa -incluido toda la superestructura política-ideológica- y dos más novísimas: sindicatos-sicariatos de chóferes, o como lo bautizó –gráficamente- el inolvidable don Radhamés Gómez Pepín “Los dueño del país” y Ongs de agencias extranjeras -con algunas excepciones-.

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