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México, la pesadilla que no renuncia a la esperanza

Los escritores Antonio Ortuño y Fernanda Melchor, la periodista Denise Maerker, el actor Diego Luna y el director de EL PAÍS América, Javier Moreno. HÉCTOR GUERRERO

LUIS PABLO BEAUREGARD

México encara sus fantasmas una vez más en medio de vientos de cambio. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha arrancado este sábado con el relevo del Gobierno mexicano en el horizonte. En una semana, Andrés Manuel López Obrador asumirá finalmente la presidencia después de una larga transición de cinco meses. El país aguarda nuevas respuestas para sus añejos problemas: pobreza, violencia, corrupción, además de la perenne desigualdad. La promesa del futuro, aunque incierto, entraña cierta esperanza respecto a la herencia que deja la Administración de Enrique Peña Nieto. “Ya estamos viviendo el peor de los fines posibles… Es muy difícil pensar que podíamos estar peor”, ha apuntado el escritor Antonio Ortuño en una mesa convocada por EL PAÍS, en la que también participaron el actor Diego Luna, la periodista Denise Maerker y la escritora Fernanda Melchor.

La incertidumbre se ha colocado como un factor que impide ver con claridad el inicio de la época López Obrador. Cierto temor se ha instalado en el ambiente a pesar de que el contradictorio legado del PRI en México deja estabilidad económica en el año más violento de su historia y una apuesta por una agenda modernizadora en un país con 53 millones de pobres. Estos retos matizan las expectativas alrededor del mandato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). “Lo más duro es el quiebre de la esperanza. Así hemos vivido los mexicanos por siglos”, ha señalado Melchor, autora de Temporada de huracanes(Random House, 2017).

Maerker cree que no hay una sola persona en México en condición de pobreza “que tenga miedo” por lo que se avecina en el nuevo Gobierno porque “lo que sea puede ser mejor”, dijo la conductora del principal informativo de Televisa en la mesa moderada por Javier Moreno, director de EL PAÍS América. “La esperanza es cíclica en México y el PRI fue el maestro de la esperanza. Cada seis años nos cambiaba de presidente para renovar ese ritual… Ahora López Obrador ha asumido la responsabilidad total de lo que está pasando para que se vaya generando esa esperanza”.

Diego Luna cree que la llegada de un Gobierno de izquierdas presenta también una oportunidad para la sociedad civil. “La política la hacen los ciudadanos, no solo los políticos”, ha dicho el actor. “Lo peor que podemos hacer es quedarnos sentados durante los seis años del Gobierno. Esta época exige que nosotros nos involucremos porque si no, lo que sucederá puede ser una tragedia”, agregó el cineasta, quien presentó durante el proceso electoral El día después, una iniciativa ciudadana para reducir la polarización política y encontrar un territorio común para los votantes.

Los vicios del sistema mexicano son los que han desincentivado la movilización social. “La historia de los movimientos sociales en México es la historia de la represión de los movimientos sociales. El Estado siempre ha funcionado para reprimir”, dice Ortuño, en referencia a la disidencia de sectores como el médico o el de los ferrocarrileros, que fueron aplastados cuando alzaron la voz en contra del partido hegemónico, el PRI. “Eso desalienta un poco la participación social”, ironiza el autor de Méjico. Y agrega: “México es una pesadilla en la que se vive a gusto… Se crean microescalas en las que siempre estás encima de alguien más”.

Eso ha hecho a los mexicanos ver con naturalidad la desigualdad —“¡Es brutal aceptar que nos beneficiamos de ella!”, dijo Luna— y, sobre todo, la corrupción. “No es genética en los mexicanos, pero sí es un aceite lubricante de la clase política”, mencionó Maerker, quien calificó de “revolucionaria” la propuesta de López Obrador de confiar en los ciudadanos en el pago de impuestos y el fin de inspecciones a los negocios. “No conozco un solo caso en el mundo donde eso haya funcionado, pero es creer en los demás en una sociedad que desconfía del otro”.

Luna subrayó que este mal no es un idioma común entre los mexicanos. “Conozco algunas familias que, cuando hablamos de corrupción, no entendemos lo mismo”, afirmó el actor. Los límites éticos separan a alguien que da una mordida para conseguir un medicamento de un gobernador que desvía cientos de millones de dólares para robar elecciones. “Hay que ser muy cuidadosos de cómo hablamos de la corrupción en el país porque el problema es la desigualdad, no la corrupción”.

La charla organizada por este periódico agregó un nuevo fantasma a la colección de espectros que inmovilizan al país. “El Estado es un cascarón vacío que se ha llenado de intereses criminales, empresariales…Es una farsa en la que intereses particulares se disfrazan de intereses colectivos”, dijo Maerker. Ortuño lo llamó un “Estado zombie”, un muerto viviente que revive de vez en cuando con fuerza en un entorno de hiperviolencia. “Es difícil encontrar un caso de violencia en México en el no estén involucrados policías o expolicías, militares o exmilitares, funcionarios o exfuncionarios…Hay gente que si tiene puesto el uniforme es policía y si no lo tiene, es sicario”, dijo el autor originario de Guadalajara. A pesar de todo esto, México es un país donde la esperanza se abre paso.

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