Educación

Cómo proteger a los alumnos en el entorno educativo contra el ciberbullying

Por Mario García

Mientras que el debate sobre la efectividad de la educación digital en los colegios sigue encima de la mesa, el uso de ordenadores y recursos digitales se mantiene como un pilar fundamental en las aulas modernas. En enero, Google publicó los últimos datos recabados en torno al uso que tanto alumnos como personal docente hacen de su Chromebook, alcanzando los 30 millones de usuarios en todo el mundo. Asimismo, su servicio G Suite para la educación, que hizo su debut en el año 2006, cuenta ya con 80 millones de usuarios a nivel mundial.

El acceso al aprendizaje online pone a disposición de los alumnos una gran riqueza de información, mientras que a los profesores les permite utilizar recursos digitales para planificar las clases, así como desarrollar tutorías interactivas personalizadas. Sin embargo, el uso de la tecnología también implica la exposición de los alumnos a la cara oscura de internet, como el ciberbullying, ya que muchos acosadores utilizan plataformas en la red para acosar a otros alumnos, incluso durante las horas lectivas.

El ciberacosoes una gran preocupación política, educativa y de salud pública. El anonimato que ofrece esta práctica, que requiere menos valor que un ataque directo al evitar las interacciones cara a cara con las víctimas, ofrece al acosador la falsa ilusión de que nunca va a ser descubierto.

Además, la percepción de distancia que va acompañada al ciberacoso puede animar a los jóvenes a ignorar las consecuencias de estos hechos, viéndolo como algo divertido y no como algo dañino. Esto puede derivar en que la juventud puede sentir un alto grado de presión social que les empuje a participar en este tipo de actividades en la red.

Del mismo modo que los smartphones y otros dispositivos personales de los alumnos se utilizan a menudo para acosar usando redes sociales o programas de mensajería instantánea, los portátiles y tabletas destinados a uso lectivo también pueden usarse con este propósito. Los Google Chromebook están muy integrados en colegios y otros entornos educativos, aunque son sólo uno de los muchos tipos de dispositivos que las organizaciones educativas pueden adquirir y entregar a los alumnos. Además, con una mayor implantación de redes inalámbricas en colegios, el ciberacoso es cada vez más accesible para los atacantes.

Liberar las aulas del acoso cibernético

La educación en sí misma desempeña un papel fundamental a la hora de contrarrestar el ciberacoso en las instituciones educativas. Es vital mostrar a los jóvenes la naturaleza de las consecuencias de este tipo de actividades, tanto en términos de salud y bienestar de la víctima como de las posibles consecuencias penales para el acosador. En este sentido, además, la educación también se configura como un pilar fundamental a la hora de fomentar que los jóvenes reconozcan y denuncien este tipo de comportamientos antes de que lleguen a más.

Sin embargo, la lucha contra el ciberacoso también tiene un marcado carácter tecnológico. Durante años, las instituciones educativas han utilizado el filtrado de URLs para controlar los sitios web que son accesibles desde sus redes y dispositivos. Este hecho permite establecer políticas informáticas seguras, especificando a qué sitios web se concede, limita o incluso se bloquea el acceso, así como eliminar el lenguaje inadecuado. Además, las nuevas técnicas han permitido ampliar el filtrado para que abarque tanto aplicaciones como sitios web. Check Point, por ejemplo, ofrece capacidades de filtrado para más de 7.800 aplicaciones educativas en línea, con acceso tanto a sitios web como a aplicaciones gestionadas desde una base de reglas común, una consola de gestión y un sistema de informes.

Protección frente a contenido malicioso

Sin embargo, aunque el filtrado de contenidos no deseados es una base técnica sólida para abordar el ciberacoso, está lejos de ser la solución definitiva. También hay que fomentar la protección de los jóvenes frente a ataques de phishing o acoso en plataformas como chats, aplicaciones de mensajería instantánea y redes sociales, etc. para lo cual es necesario contar con una tecnología avanzada de «sandboxing»; y filtrado, que permiten identificar y extraer contenidos dañinos antes de que lleguen a los usuarios. Además, debe habilitarse la navegación segura para que los jóvenes puedan buscar en diferentes motores de búsqueda, como Google, Yahoo y Bing, y con YouTube con un filtrado de contenido e imágenes fuera de lugar.

Los profesores o responsables de entornos educativos deben estar capacitados para establecer sistemas de búsqueda seguros y monitorizar, prevenir y alertar sobre el uso de insultos de forma centralizada, mientras que las funciones anti-acoso deben ser personalizables a través de palabras clave en listas negras, categorías de sitios web y acciones de detección/alerta/bloqueo a medida. El acoso cibernético evoluciona continuamente y, por lo tanto, tanto las medidas de seguridad como los responsables de implantarlas deben ir siempre un paso por delante.

Estas soluciones avanzadas de protección y filtrado deberían desplegarse en aquellos dispositivos que se utilicen en entornos educativos, como los Chromebooks, para proteger la experiencia en internet de los estudiantes, así como para facultar a los profesores y a los responsables de los centros para que aprovechen la tecnología digital en el aprendizaje sin que esto suponga un aumento en el riesgo de sufrir ciberacoso. Las ciberamenazas dirigidas a los niños en edad escolar son un peligro claro y presente, y el ciberacoso, bajo ningún concepto puede considerarse como un juego de niños. Puede causar daños graves y dar lugar a comportamientos violentos.

En definitiva, el acoso cibernético sólo puede erradicarse con la participación activa de estudiantes, padres, docentes y expertos de la comunidad, para lo que hay que aprovechar cualquier solución avanzada que pueda identificar palabras y acciones utilizadas por los acosadores en las distintas aplicaciones dentro del mundo virtual. Este enfoque combinado permitirá a las instituciones educativas ofrecer a sus alumnos un lugar más seguro para aprender y prosperar, libre de amenazas.

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