Opinión

Alicia Alonso: bailando ballet frente a la luna

Por: Rafael A. Escotto

«Mi tiempo se ha convertido en vivir, y no en contar mi vida». Alicia Alonso

Unos geniecillos se reunieron en algún lugar del cosmos y deciden montarse en su trineo para subir a la luna a presenciar en el gran teatro de los dioses la obra en dos actos «Giselle», con música del compositor francés Adolphe Adam, quien había sido invitado junto al coreógrafo y bailarín Jules Perrot.

Para la gala el firmamento artístico fue decorado con el color azul de la imaginación y adornado con guirnalda de piedras preciosas color aguamarina.

A la función acudirán personalidades de otras galaxias con sus vestimentas ostentosas cocidas con hilo de oro extraído de las diferentes constelaciones y confeccionados por modistos de  las estrellas de Andrómeda, Mesopotamia, leo, Taurus y Escorpio, entre otras pertenecientes al mapa del firmamento.

Desde el planeta Tierra, el quinto mayor de los ocho del sistema solar, también se esperaban dioses y diosas mayores de la mitología griega, como Euterpe, musa de la música, que tocaba la flauta, hija de Mnemósine y de Zeus, Natarajá, rey de la danza frenética, Afrodita, Artemisa, Calíope y Carites, esta última, diosa de la alegría, no podía faltar a esta gran fiesta Apolo, el poeta más celebrado de la cosmogonía.

No hay nada de trivial en recurrir a toda estas metáforas para introducirme en un mundo de símbolos y de imágenes de gloria, sobre todo, para tratar de ascender a planos de superioridad artística donde pretendo llegar utilizando toda esta acrobacia escritural que requiere una bailarina y coreógrafa de obras clásicas y romántica de la magnitud de Alicia Alonso.

Para la construcción y decoración del escenario donde bailaría Alicia se contrataron los servicios de Ptah, el dios de la arquitectura egipcia, Señor de la magia. Entre sus actuaciones estelares estará Carmen, un ballet de cinco actos creado por el coreógrafo Rolando Petit para los ballets de Paris según la ópera cómica homónima a cuatro actos inmortalizada por el compositor francés Georges Bizet, basada en la novela Carmen del historiador y escritor francés Prospero Merimeé.

Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo, nació en la Habana, Cuba y estudió ballet en la prestigiosa academia American Ballet Theatre de Nueva York, convirtiéndose en una de las fundadoras de esa compañía de ballet.

Según aparece en las reseñas de los periódicos, el Instituto cubano del Arte e Industrias Cinematográficas (ICAC), rueda por primera vez en 1963 la versión coreográfica de Alicia Alonso del ballet Giselle, bajo la experta dirección de Enrique Pineda Barnet.

Refiriéndose  a la preservación de los estilos, Alicia, en una extensa entrevista concedida en Madrid al periodista español Roger Salas del periódico El País, la prima ballerina assoluta cubana destacó:

«Son los que convierten la técnica en arte, los que hacen que el arte del bailarín no sea una gimnasia monótona e inexpresiva. Y dentro del estilo, se expresa una idea dramática y una sensibilidad estética. Lo que puedo pedir a las nuevas generaciones de intérpretes es que atiendan a estos conceptos, cuyo dominio los hará artistas».

No cabe duda, que el estilo y la grandeza en los movimientos, en el uso del espacio y el dominio del ritmo hacen de Alicia Alonso una artista excepcional. Hasta el grado que su elegancia ha sobrepasado los límites geográficos de su natal Cuba para constituirse en una artista de ribetes universales, aclamada en los salones más rigurosos donde esta bailarina y extraordinaria coreógrafa ha logrado llevar su arte o su manera de bailar la danza clásica.

Alicia ya no pertenece a cuba únicamente, sus mitos o leyendas se inscriben en ese mundo enorme y sensacional de los fenómenos que escapan a su propia grandeza. Con su danza, su estética grandiosa esta diosa de la opera clásica transmite cultura de una generación a otra.

He querido escribir este homenaje a Alicia Alonso, elevándolo a lo más alto que un escritor puede llegar en la afirmación del ballet: el cosmos, a manera de agasajar a esta diosa de la danza del Ballet Nacional de Cuba. Alicia como bailarina se convirtió en la atleta de Dios, al decir de Albert Einstein.

Esta destacadísima bailarina cubana de danzas ha sido acreedora de premios de compañías de ballet  tan prestigiosos como los Benois de la danse, considerados los Oscar de la danza, por toda una vida en el mundo de las artes. Además, ha recibido honores como La orden Nacional de la Legión de Honor, la más reconocida de las distinciones francesas, la Orden Mexicana del Águila Azteca, concedida en México por servicios prominentes, la Orden Nacional José Martí y La Real Orden de Isabel la Católica de España, instituida por el rey Fernando VII.

No debo concluir este artículo de respeto y admiración por Alicia Alonso sin una frase del laureado poeta francés Charles Baudelaire haciendo alusión al misticismo de las artes: «El baile puede revelar todo el misterio que la música concede».

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