Educación

«Los niños son buenos por naturaleza pero la bondad, que es una inteligencia superior, está denostada»

Entrevista con Koncha Pinós, autora de ‘La belleza de ser bueno’ (Neurociencia de la bondad para padres)

La advertencia de un psicólogo: «Tú eres el arquitecto del cerebro de tu hijo»

 

CARLOTA FOMINAYA

En su libro ‘La belleza de ser bueno’ (Sinequanon) Koncha PInós ha puesto negro sobre blanco las intensas inquietudes de su infancia. «Esta obra nace después de ver tanto sufrimiento en el mundo, deshumanización y horror por todas partes. Trabajar muchos años en zonas de conflicto y vulneraciones de derechos humanos me llevó hasta esas preguntas que no podían esperar más: por qué existe gente tan mala, capaz de hacer tanto daño a los demás, y qué ha sido de la bondad».

-Lo bondadoso, lo bellamente generoso, no está de moda.

-Lo primero quisiera decir es que las personas confunden el término de bondad. Cuando nos planteamos hacer el libro lo primero era definir qué es la bondad desde distintas miradas: desde la filosofía, la ciencia, la educación… Y poder comprender así para poder llegar a un punto en común. La bondad está en todas las tradiciones y en todas las religiones, pero nos hemos olvidado de tenerla presente. Ahora de hecho somos una sociedad con alergia a la bondad.

-En efecto. La bondad está incluso denostada.

-Por eso me pregunté, ¿por qué no la valoramos? ¿Cómo podríamos valorar la bondad de una forma nueva e incluso medirla? El libro pretende eso en cuatro partes, la primera parte te plantea un marco sobre qué es la bondad y cómo se puede medir.

Quiero decir que la bondad se ha vuelto sospechosa, e incluso a veces se define como un rasgo de ‘vulnerabilidad’: «De tan bueno era tonto».

-Porque se confunde la bondad con el buenismo. Pero no tienen nada que ver. La bondad, implica un discernimiento, una apostura de comprender cuando hay que decir sí, cuando hay que decir no, la bondad es una inteligencia superior. No es lo mismo ser bueno que ser bondadoso. Se puede ser ingenuo, pero ser bondadoso implica discernimiento, cognición, y resiliencia, que son competencias muy elevadas.

-¿Cómo definir entonces la bondad?

-Es la base del cerebro en los humanos. Es nuestra base de operaciones: es el compendio de la amabilidad, la ternura, la capacidad de comprometerse con los demás, de ser resiliente… La bondad reúne todas las competencias, es la base desde donde se despliegan el resto de competencias.

–¿Cómo se puede promover la bondad?

-La bondad surge en humanos en las 16 primeras seis semanas de vida del embrión, cuando se forman los circuitos de la percepción y la emoción. Los niños en el 98 por ciento antes de los 9 meses prefieren la bondad a la maldad. Pero hay un 2 por ciento que no lo prefieren.. Ese dos por ciento que no lo prefiere no es por motivos de genética, es por experiencias en el vientre materno. Si cuidamos a las embarazadas podríamos disminuir ese dos por ciento.

Lo que sucede claramente es que si la persona no encuentra que en el contexto de la comunidad existe un lenguaje que hable de la bondad, lo que va a pasar es que va a ‘cambiar de bando’.

– ¿Qué podemos hacer las familias a este respecto para fomentarla?

Los niños son buenos por naturaleza. Sabemos que los niños prefieren la bondad pero, a pesar de esto se tiene que cultivar y enseñar a nuestros hijos desde una edad muy temprana, ya que la , y que hay un dos por ciento que no. Pero ese pequeño porcentaje podríamos revertirlo. ¿Cómo? Cuidando el embarazo, creando condiciones de tranquilidad, donde no haya trauma, ni estrés, no haya miedo, eso ayudaría. No hay que perder la bondad innata, y a la vez hay que hacerla crecer.

-¿Qué hacemos con los niños que perdieron la bondad, son recuperables?

-Sí que lo son. Hay tres grandes ventanas de plasticidad en el cerebro. La primera ventana es de los 0 a los 3 años, cuando nuestro cerebro está todavía por acabar y podemos moldearlo como lo haríamos con la plastilina. La adolescencia es la segunda ventana y la tercera es cuando sucede algo terrible en nuestra vida, como un trauma, una muerte, una separación… Cuando la persona está toda convulsa los circuitos neuronales se pueden organizar de una manera diferente. Es el momento para decidir, es una oportunidad. Esto nos lleva a otra gran pregunta: la responsabilidad de quién puede modificar los circuitos de la bondad. Seguramente todos los padres. Este libro está pensado para que los progenitores aprendan cómo funciona la mente o el cuerpo y sepan qué pueden hacer en cada etapa. La segunda son los cuidadores: los docentes, maestros, médicos, las enfermeras… cualquier persona que tenga contacto con un niño. Si nosotros entrenamos esas personas no solo mantendríamos la bondad sino que la haríamos crecer.

 

 

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