Lugares sin presencia de vida en la Tierra: ¿cómo es posible y por qué es importante para la búsqueda de vida extraterrestre?
El hecho de que los investigadores no hayan detectado actividad biológica en zonas con condiciones totalmente diferentes permite conocer más a fondo los límites de habitabilidad en nuestro planeta.
Se cree que, incluso en los entornos más extremos de nuestro planeta, los microorganismos parecen coexistir y desarrollarse en todas partes, desde lo más profundo de los océanos hasta en la cima del monte Everest. Sin embargo, en los últimos años, científicos han encontrado dos lugares en la Tierra donde se presume que no existe vida en lo absoluto.
El primero, fue descubierto en la Antártida en junio, en un área desértica cerca del glaciar Shackleton, donde los investigadores encontraron una serie de condiciones que impiden que los microorganismos habiten: frío intenso, suelos secos y la presencia de sales tóxicas.
Según los expertos, la combinación de estos tres factores limita por completo las posibilidades de que la vida prospere. De las más de 200 muestras de suelo tomadas en el glaciar, no se encontraron rastros de seres vivos.
«Siempre se ha supuesto que los microbios son resistentes, que pueden vivir en cualquier parte», indicó Noah Fierer, ecólogo microbiano de la Universidad de Colorado en Boulder (EE.UU.), cuyo equipo estudió los suelos en la Antártida.
Como tomar muestras en Marte
Este descubrimiento, publicado en mayo en la revista JGR Biogeosciences, podría ayudar a encaminar la búsqueda de vida en Marte, puesto que los suelos antárticos han estado congelados, saturados de sales tóxicas y no han albergado cantidades considerables de agua líquida durante al menos dos millones de años, de forma similar a los suelos marcianos.
Las muestras se tomaron en enero de 2018 durante la expedición a una zona remota de las montañas Transantárticas. Los científicos acamparon en el glaciar Shackleton y para la recolección, utilizaron un helicóptero que los llevó a las partes más altas, a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar.
Byron Adams, biólogo de la Universidad Brigham Young y director del proyecto, recuerda que durante la recolección de muestras, el suelo estaba repleto de rocas volcánicas de color rojizo, agujereadas y pulidas por siglos de erosión eólica.
A medida que los científicos estudiaban las rocas, se dieron cuenta que su parte inferior estaba cubierta de sales blancas, en particular cristales tóxicos de percloratos, cloratos y nitratos. Los percloratos y los cloratos son sales cáusticas y reactivas que se emplean en los combustibles para cohetes y en las lejías industriales, y abundan en la superficie de Marte.
«Obviamente, abogamos por utilizar este tipo de lugares para estudiar cómo podría ser la vida en Marte o en cualquier otro lugar del universo», aseguró Adams. Si hay seres que pueden vivir aquí y manejar este ambiente, «entonces tal vez puedan vivir en un planeta como Marte«, agregó.
El desierto de Danakil
En 2019, un equipo franco-español de científicos ya había sugerido de la existencia lugares en la Tierra donde ningún tipo de vida podría prosperar.
En un artículo publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, los investigadores concluyeron que en el complejo geotérmico de Dallol, uno de los entornos más peligrosos e inhóspitos de nuestro planeta, ubicado en el desierto de Danakil (Etiopía), no hay ningún rastro de vida microbiana.
Los expertos recopilaron una gran cantidad de muestras en cuatro zonas diferentes del complejo geotérmico entre 2016 y 2018. A pesar de que análisis iniciales mostraron rastros de bacterias y arqueas, los científicos consideran que se trata de pistas falsas debido a que la mayoría estaban relacionadas con contaminantes de laboratorio, y otros posiblemente eran bacterias introducidas por los humanos durante expediciones y visitas turísticas al sitio.
«Tras analizar muchas más muestras que en trabajos anteriores, con controles adecuados para no contaminarlas y una metodología bien calibrada, hemos comprobado que no hay vida microbiana en estas piscinas saladas, calientes e hiperácidas, ni en los lagos de salmuera adyacentes ricos en magnesio», subrayó Purificación López García, responsable del trabajo y bióloga del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS).
El equipo identificó dos barreras fisicoquímicas principales que impiden que la vida prospere en presencia de agua líquida en la Tierra y, potencialmente, en otros lugares.
La primera barrera es un alto nivel de magnesio, que es capaz de destruir cualquier tipo de formación celular debido a un fenómeno conocido como actividad caotrópica. Y la segunda corresponde a una combinación mortal de hiperacidez e hipersalinidad, donde las adaptaciones moleculares simultáneas a un pH demasiado alto y bajo son imposibles.
¿El límite de la vida?
Los autores de ambos estudios tratan de ser cuidadosos con sus conclusiones, puesto que existe la remota posibilidad de que haya tan pocos microbios en las muestras que ningún método los haya logrado detectar.
«No podemos decir que los suelos sean estériles. Nadie puede decirlo», afirmó Fierer sobre el glaciar de Shackleton. «Es una búsqueda interminable. Siempre hay otro método o una variante de un método que se puede probar», agregó.
Los resultados también plantean cuestiones sobre cómo deben interpretarse los resultados científicos negativos, especialmente en la búsqueda de vida en otros planetas. El desafío vuelve a la pregunta filosófica de «¿cómo se prueba algo negativo?».
Asimismo, las evidencias presentadas por el grupo de investigación en las piscinas de Dallol, demuestran que hay lugares en la superficie terrestre «que son estériles aunque contengan agua líquida», tal y como subrayó López García. Esto significa que la presencia de agua líquida en un planeta, que suele utilizarse como criterio de habitabilidad, no implica directamente que tenga vida.
Ambos estudios permiten conocer más a fondo los límites de la vida en la Tierra y exigen precaución a la hora de interpretar las biofirmas morfológicas en el planeta y fuera de él. Lo que sugiere que no hay que fiarse del aspecto aparentemente celular o ‘biológico’ de una estructura, porque podría tener un origen abiótico.