A 60 años de los Tratados de Roma, ¿hacia dónde va la U.E.?

El primero de la triada fue el de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, suscrito en París, en 1951, por la República Federal de Alemania, Francia, Bélgica, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos.
El 25 de marzo de 1957, los mandatarios de ese mismo grupo de países fueron los firmantes de los dos siguientes: el de la Comunidad Europea de la Energía Atómica y la Comunicad Económica Europea (CEE).
El establecimiento de la CEE fue un factor decisivo para lograr la integración económica a través del mercado común y la unión aduanera, como primer paso hacia un concepto superior de unificación.
Al crearse la UE en 1993, la CEE trascendió el ámbito económico y se incorporó al nuevo organismo como Comisión Europea, en correspondencia con la ampliación de sus atribuciones al entorno político, hasta que dejó de existir en diciembre de 2009, con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa.
Transcurridos 60 años desde la firma de los Tratados de Roma, el proyecto europeo de unidad emite fuertes señales de agotamiento, como resultado de los cambios en los contextos, tanto locales como globales, además de sus debilidades estructurales y crecientes amenazas.
Los líderes europeos llegarán a Roma conscientes de la necesidad de concretar una estrategia que les permita marchar juntos hacia objetivos comunes, en respuesta a las necesidades y exigencias básicas de los ciudadanos de sus respectivos países, agobiados por el aumento de la pobreza y una mayor desigualdad social.
El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, expresó hace apenas unas horas que la UE debe afrontar el reto del crecimiento económico recuperando las mejores tradiciones sociales y el modelo de bienestar de la región.
En un artículo publicado en el diario La Stampa, el jefe de Gobierno insistió en la necesidad de centrar la atención en la protección social, la reducción de la desigualdad y de la pobreza ‘para no dejar detrás a ninguno’, porque ‘sólo así podemos reforzar también la confianza en las instituciones comunitarias’.
La crisis migratoria, el terrorismo, el creciente euroescepticismo y las diferencias internas, completan la configuración de un escenario complejo para una institución aún resentida por la anunciada salida del Reino Unido.
El Brexit estremeció los cimientos de la UE, no sólo por su impacto económico, sino también por lo que representa de estímulo para otros países que, en un momento determinado, podrían sentirse inclinados a tomar ese rumbo, más aún con la presencia en Estados Unidos de un gobierno como el de Donald Trump.
Un aspecto que provoca suspicacias, especialmente entre naciones del este, es el de la llamada Europa a dos velocidades, idea impulsada por Alemania, Francia, Italia y España, en un intento por lograr un mayor dinamismo y flexibilidad en el funcionamiento de la organización.
A ese aspecto se refirió también Gentiloni, quien reclamó una reflexión conjunta sobre las características de la convivencia en el marco de la unidad regional y reiteró su opinión a favor de un modelo más flexible, que permita la existencia de diferentes niveles de integración.
Es justo -dijo- que los países puedan tener aspiraciones diferentes y para eso tengan respuestas diversas, en tanto reiteró que ese es un camino previsto en los tratados.
El tema quedará recogido con delicadeza en la declaración final de la cumbre al señalar que los países miembros de la agrupación actuarán juntos siempre que sea posible con ‘diferente ritmo e intensidad donde sea necesario, como hemos hecho en el pasado en el marco de los tratados’.
La Declaración de Roma ratificará la decisión de los 27 de seguir unidos y encarar el futuro con el espíritu y los principios fundacionales, para lo cual fijarán cuatro grandes objetivos en los próximos 10 años: seguridad interna y de las fronteras, prosperidad sostenible, compromiso social y una Europa fortalecida en el escenario global.
De los líderes europeos dependerá que esta vez no suceda como otras donde, como indicó el presidente italiano, ‘Europa aparece casi replegada sobre sí misma. A menudo consciente, en su liderazgo, de los pasos a seguir, pero incierta al emprender la ruta’.