Nelson Mandela, su largo camino hacia la libertad

Arrestado en 1962 y acusado de conspiración para derrocar al gobierno, Mandela (1918-2013) fue sentenciado a cadena perpetua durante el histórico Proceso de Rivonia, en el cual estuvo en el banquillo junto a otros siete altos dirigentes del Congreso Nacional Africano (ANC).
Originario del pueblo xhosa y parte de casa real tembu, Mandela estudió la licenciatura en Derecho. Desafió desde siempre su ‘gran culpa’: ser negro en un país dominado por blancos que practicaban la exclusión racial.
En 1939, tras cursar sus estudios básicos, un joven Nelson Mandela de solo 21 años llegaba a la ciudad de Alice para cursar estudios en la universidad sudafricana de Fort Hare, una institución académica reservada para no blancos.
Fue en tal ambiente donde conoció a Oliver Reginald Tambo, quien se convertiría en uno de sus grandes amigos y compañero de tantas luchas.
Por ejemplo, ambos fueron expulsados en 1940 de la Universidad de Fort Hare por participar en una huelga. Sin embargo, volvieron a coincidir en la ciudad de Johannesburgo, a donde Mandela se había trasladado para terminar sus estudios, al igual que Tambo.
Desde esa época iniciaron los contactos con el Congreso Nacional Africano y fueron miembros fundadores, junto a Walter Sisulu, de la Liga Juvenil de este movimiento en 1944, de la que Tambo fue su primer secretario general hasta que le sucedió en el cargo el propio Mandela en 1948.
Los dos abrieron en 1952 en Johanesburgo el primer bufete de abogados negros del país, mientras adquirían mayores responsabilidades dentro del movimiento del ANC.
Mandela guardó prisión primero en Robben Island -en una fría y minúscula celda donde permaneció 18 de sus 27 años en cautiverio- y después en los reclusorios de Pollsmoor (1982) y Víctor Verster (1988, hasta salir en libertad).
Sin embargo, las rigurosas condiciones y adversidades no lograron doblegar su carácter, ni eclipsar su coherencia de pensamiento. Es más, su reputación creció.
Cuentan que a los presos políticos como él, los separaban en Robben Island del resto de la población penal y tenían menos ‘privilegios’. En su caso solo le permitían una visita y una carta cada seis meses.
En marzo de 1982 lo transfieren hacia Pollsmoor en un grupo que integraban Walter Sisulu, Andrew Mlangeni, Ahmed Kathrada y Raymond Mhlaba, y tres años después el presidente Pieter Botha ofreció la liberación condicional de Mandela a cambio de renunciar a la lucha armada, pero este rechazó la oferta.
La presión internacional persistió. El 2 de febrero de 1990, el mandatario sudafricano de turno (Frederik de Klerk) anunció la liberación incondicional de Mandela, hecho que ocurrió el 11 de febrero.
Ese día abandonó la penitenciaría de Víctor Verster, sosteniendo la mano de su esposa Winnie, frente a las multitudes y la prensa, y se trasladó entre la muchedumbre a la alcaldía de Ciudad del Cabo, desde donde dio su primer discurso ante más de 50 mil personas.
Sin albergar sentimientos de rencor, Mandela llamó a la unidad, ‘en la conformación de una nueva Sudáfrica’.
También pidió a la comunidad internacional seguir con el aislamiento del régimen de segregación racial, porque levantar las sanciones ‘sería correr el riesgo de abortar el proceso hacia la erradicación total del apartheid’.
Fue en ese histórico discurso en el que reiteró las palabras que expresó en 1964 cuando fue sometido a juicio y sentenciado.
‘He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra -dijo-. He buscado el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal que espero vivir y lograr. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy preparado para morir’.
El desaparecido periodista y escritor británico Anthony Sampson, autor del libro Mandela: la biografía autorizada, advirtió que el gobierno de Pretoria esperaba que después de 27 años en cautiverio Mandela no estaría apto para ningún tipo de liderazgo.
Pensaron que habría perdido contacto con la realidad, pero ‘no tardaron en darse cuenta de que la realidad era todo lo contrario’.
El 11 de febrero de 1990 también supuso un gran paso hacia la libertad, no solo de los sudafricanos, sino además de los pueblos de los llamados países Frontline States (línea del frente), que combatían el apartheid.
La salida de prisión de Mandela -conocido cariñosamente como Madiba- dio la posibilidad de que poco tiempo después el otrora interno número 46664 se convirtiera en abril de 1994 en el primer presidente negro y democráticamente electo de la nación africana.
Según la leyenda ‒llevaba al cine por Clint Easwood‒ en la cárcel repetía el poema Invictus, de William Ernest Henley para llenarse de fuerzas (Más allá de la noche que me cubre/ negra como el abismo insondable/ doy gracias a los dioses que pudieran existir/ por mi alma invicta).
Y dicen que cuando la noticia de su liberación llegó a oídos de la población en todo el país, la gente comenzó a bailar en las calles y miles de personas acudieron a gritar su nombre y aclamarlo en el multitudinario mitin en Ciudad del Cabo.
Quizás la misma sensación aquella es la que invade por estos días al mundo progresista tras conocer que el líder independentista Oscar López Rivera salió a los 74 años de una cárcel de Estados Unidos, luego de tres décadas y media en prisión, y que lo hizo, como Mandela a sus 72 en 1990, invicto.
Dos vidas que constituyen un triunfo de la resistencia, la dignidad y la lucha por la independencia: de Puerto Rico que todavía quiere echar a volar sus alas y una Sudáfrica que destronó el oprobioso régimen del apartheid para nunca volver.
* Corresponsal de Prensa Latina en Sudáfrica.